EMILIO SOSA LOPEZ (1921-1992)
poeta religioso cattolico e intellettuale argentino
Emilio Sosa
López : Apuntes para una biografía
Por Marcela
Benavides *
"La obra de Sosa López merece sitio perdurable, por su intensidad y su fe" (2); Emilio Sosa López, es "'El único escritor residente en el interior del país que publicaba en Sur y en La Nación, que periódicamente viajaba a Buenos Aires para codearse con Borges, Eduardo Mallea y Victoria Ocampo', puntualiza Daniel Moyano" (3).
Autor de numerosos libros publicados en Argentina, México y España, como poeta es "Tal vez el mejor entre los continuadores de la línea anglosajona -Eliot, Pound, en particular-, es decir, de una poesía de refinada elaboración intelectual, libresca, reflexiva, en la que el límite fonético del verso es dictado por el ritmo interior de la imagen y el poeta contempla el mundo desde una áurea imparcialidad" (4); "Algunos de los mayores poetas de este siglo han nacido en las provincias: (...) Sosa López en Córdoba" (5); entre sus volúmenes en verso podemos citar los siguientes: Cuadernos de poesía (Córdoba, 1948); Sentimiento de la criatura (Losada, Buenos Aires, 1950); Los encantamientos (Losada, 1954); La fábula (Losada, 1957); Por amor de la fiebre (Córdoba, 1962); Isla cercada (Losada, 1969); Máscaras (Losada, 1972); Encantamientos (1946-1983, Universidad Nacional de Córdoba); Cielo sin nadie (Universidad Nacional de Córdoba, 1985); Encantamientos (Mundi-Lerner, Córdoba, 1987); La hidra (Mundi-Lerner, 1990); posteriormente, junto con los poemas de Una playa sembrada de maderos (1989-1991), reunió su producción en ese género en la tercera edición de Encantamientos (Mundi-Lerner, 1991), volumen que consideró su definitiva obra poética, pero a la que hay que agregar la publicación póstuma de Últimos poemas (Mundi, 1993). "A esta altura, por la ductilidad de estilo adquirida, nada más hubiera necesitado Sosa López para que su poesía empezara a mostrarse como una isla en el panorama de las letras argentinas e hispanoamericanas.... Vista en su totalidad no es fácil rendir una imagen que englobe todas las características de esta poesía. Siendo como es "Encantamientos" una obra caudalosa, ella no se muestra por acumulación, sino a través de un largo proceso selectivo en constante renovación que le evita caer en obsesivas reiteraciones. Tampoco ha consentido en quedarse en una expresión amanerada, con una gramática monocorde, como sucede con muchos de nuestros autores. Por el contrario, por ahondamiento y concentración reflexiva busca y experimenta una forma adecuada, ventaja que le otorga sin duda su rico mundo mental, logrado a través de diversas disciplinas que de hecho lo vinculan a lo más avanzado del pensamiento contemporáneo. Elaborada pues con extrema conciencia estética, su obra poética reposa en un suelo de referencias eruditas incalculables que, sin embargo, no alejan al lector; lo acercan más bien al clamor de fondo que implica la condición humana" (6). Dos libros de relatos: Los sueños de Medusa (Emecé, Buenos Aires, 1981) y Cuentos para una época incrédula (Mundi, 1994). Como novelista, los títulos El dios momentáneo, La subversión y Gorgo, todos ellos editados bajo la denominación Mundo de dobles (Sudamericana, Buenos Aires, 1972), El visionario (Joaquín Mortiz, México, 1978); estos cuatro, junto con los libros Orfeo, Porras y La contradicción, fueron reunidos en lo que constituye su ciclo novelístico Mundo de dobles (2º edición, completa, Lerner, Córdoba, 1989). De su intensa obra como pensador, caben señalarse sus escritos filosóficos Vida y literatura (Losada, 1959), El hombre interior (Fondo de Cultura Económica, México, 1962), Mito y realidad (Troquel, Buenos Aires, 1965); La ideación de la historia (Sudamericana, 1971) y Ser y pensar (Universidad Nacional de Córdoba, 1982), reunidos estos cinco con el título de Ser del hombre (Mundi, 1993). "Ser del hombre, de Emilio Sosa López, instala el pensamiento argentino en uno de los capiteles mejor labrados de la metafísica occidental" (7). Define Sosa López: "Asumir con firmeza el principio del destino humano, más allá de todas las crisis y todas las limitaciones, ha de darle indudablemente al hombre la fortaleza suficiente como para vivir -si no con optimismo, si no con escepticismo- con la necesaria y suficiente alegría con que uno puede hacer las cosas sin olvido de los otros hombres" (8). Y los ensayos literarios Poesía y mística (Sudamericana, 1954), Los ideales literarios modernos (Troquel, 1968), Literatura e información (Universidad Nacional de Córdoba, 1972), La novela y el hombre (3ª edición, Gredos, Madrid, 1968), El conocimiento poético (1ª edición, Emecé, 1974), El espíritu de las letras y La razón ardiente, conformando estos últimos cuatro el volumen El espíritu de las letras (Mundi, 1995). En El conocimiento poético, afirma Sosa López: "La relación verdadera de la poesía con la vida es exigencia de perfección".
Entre otros cargos y actividades académicas y docentes, fue Vicepresidente (1960-1962) y Presidente (1962-1964) de la Sociedad Argentina de Escritores (Córdoba); Director General del Consejo de Enseñanza Secundaria del Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba; creador, primer Presidente y fundador del Consejo General de Enseñanza Secundaria Normal y Especial (el primero del país) (9), y creador del Instituto de Ciencias de la Educación, siempre en el citado ámbito ministerial; docente del Colegio Nacional de Monserrat, Profesor de Antropología Cultural del Instituto de Sociología de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Profesor Titular de la Facultad de Filosofía y Humanidades, todos dependientes de la Universidad Nacional de Córdoba; Director de la Escuela de Letras de dicha Facultad y Vicedecano de la misma, de la que fue también Director de las ediciones Colección Cuarto Centenario; Director de su Departamento de Publicaciones y Director de la "Colección de Estudios y Ensayos" de la Dirección General de Publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba. Fue también catedrático y conferencista, entre otras, de las Universidades: Nacional Autónoma de México, Northern Illinois, Pittsburgh y Vermont, Estados Unidos (en esta última en calidad de Fulbright Professor).
A lo largo de varias décadas, diversos trabajos suyos de Literatura, Filosofía, Antropología y Sociología, tanto creativos como críticos, se publicaron, principalmente, en Uruguay, Venezuela, Estados Unidos y Francia, colaborando en los suplementos culturales de diarios y revistas de su provincia, del país y del extranjero; así, en "LA GACETA", "LA NACION", "LA PRENSA" y "CLARIN", SUR, REUNION, REALIDAD, REVISTA IBEROAMERICANA (Estados Unidos), CUADERNOS AMERICANOS (México), REVISTA DE OCCIDENTE (España), LA GACETA DEL F.C.E. (México), CUADERNOS HISPANOAMERICANOS (España), HISPANIA (Estados Unidos), ENCYCLOPAEDIA UNIVERSALIS (Francia), SYMPOSIA (México), LOST & FOUND TIMES (Estados Unidos) y otros.
Obtuvo el Primer Premio Nacional "Leopoldo Lugones" para ensayo, otorgado por la Sociedad Argentina de Escritores de Buenos Aires (1956), y, posteriormente, la "Faja de Honor" de la misma por su trabajo La novela y el hombre (1962).
Fue Miembro Asociado del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana (Pittsburgh, Estados Unidos), socio y miembro activo del PEN Club Argentino; participó de distintos congresos internacionales de escritores y poetas en el país y en el exterior; entre otros: Congresos Internacionales de Literatura Iberoamericana (1954 y 1959); Jornadas Internacionales de Poesía (Uruguay, 1962); Congreso de Escritores Latinoamericanos, organizado por el PEN Club Argentino (1962); Congreso Internacional de Filosofía (México, 1963); Congreso Internacional de Sociología (1963); y fue Secretario del II Congreso Nacional de Filosofía (1973).
Fundador del sello editorial Mundi. Director de la REVISTA DE HUMANIDADES (Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba) y fundador y director de las revistas literarias NACE EN PROVINCIA (con Martín Sosa) y MUNDI (con Armando Zárate), esta última considerada, luego de SUR, la más importante en su género que se haya hecho en la Argentina, y que fuera premiada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en 1991; sobre esta publicación leemos: "La imagen del mundo concierta siempre gratas referencias al vincularse a revistas literarias notables" (10). Como consecuencia de un acuerdo en Pittsburgh, EE.UU., en noviembre de 1982, entre los profesores Emilio Sosa López (Univ. Nac. de Córdoba, Argentina), Alfredo Roggiano (Profesor Emérito de la Univ. of Pittsburgh, Director del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana de EE.UU.) y Armando Zárate (Univ. of Vermont, EE.UU.), se decidió, por iniciativa de Sosa López, crear MUNDI; fueron los poetas y escritores Sosa López y Zárate sus Directores; el escritor Martín Sosa su Secretario de Redacción; el Comité de Redacción estuvo integrado por Enrique Anderson Imbert (Profesor Emérito de Harvard University, EE.UU.), Horacio Armani (de la Academia Argentina de Letras), Roberto González Echevarría (Chairman y profesor de Yale University, EE.UU.), el citado Alfredo Roggiano (Univ. of Pittsburgh), Timothy Murad (Chairman y profesor de la Univ. of Vermont, EE.UU.) y Donald A. Yates (Profesor Emérito de la Michigan University, EE.UU.); el poeta Carlos Culleré (funcionario de la UNESCO en París, Francia) fue su Coordinador, y, entre sus corresponsales, estaban el ensayista René Zapata (Univ. de La Sorbonne, París, Francia) y la escritora Rosalba Campra (Univ. de Roma, Italia).
Salvo sus estadías en el extranjero en los años 60 y 80, toda su vida y su obra, de proyección internacional, las realizó en su ciudad de nacimiento.
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NOTAS:
1: Modern, Rodolfo E. (de la Academia Argentina de Letras, Secretario): La razón del pensamiento: El espíritu de las letras, LA PRENSA, Buenos Aires, 4 de agosto de 1996.
2: Armani, Horacio (de la Academia Argentina de Letras): La poesía de Emilio Sosa López, LA GACETA, Tucumán, 30 de mayo de 1993.
3: Sitman, Rosalie: Victoria Ocampo y Sur: Entre Europa y América, Ediciones Lumiere S.A., Buenos Aires, Argentina, 2003; Instituto de Historia y Cultura de América Latina , Universidad de Tel Aviv, Israel.
4: Aguirre, Raúl Gustavo: Poesía Argentina Contemporánea, Antología, Dirección de Cultura, Universidad de Carabobo, Venezuela, 1973.
5: Ghiano, Juan Carlos: Poesía Argentina del Siglo XX, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, Colección
Tierra Firme, Buenos Aires, Argentina, 1957.
6: Zárate, Armando: Una poesía visionaria, Estudio sobre la poesía de Emilio Sosa López, Mundi, Córdoba, Argentina, 1987
7: Villanueva, Héctor: Ser del hombre, LA PRENSA, Buenos Aires, 9 de enero de 1994.
8: Zaragoza, Celia: Con Emilio Sosa López, reportaje, LA NACION, Buenos Aires, 7 de enero de 1973.
9: Este Consejo creado por Sosa López fue el primero de Enseñanza Secundaria de Argentina, y su institución mereció un elogioso Editorial del diario LA NACION de Buenos Aires el 8 de febrero de 1957.
10: Mazzei, Ángel (de la Academia Argentina de Letras): Mundi: Válido aporte de una revista, LA NACION, Buenos Aires, 23 de noviembre de 1986.
Algunas obras consultadas (Enciclopedias, referencias, libros y artículos específicos):
Enciclopedia de la Literatura Argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, Argentina, 1970.
Diccionario Universal de Escritores, de Ángel Minchero Vilasaró, San Sebastián, España, 1957.
Diccionario Enciclopédico Gran Omeba, Ediciones Omeba, Buenos Aires, Argentina, 1971.
Enciclopedia Salvat, Diccionario, Salvat Editores, Barcelona, España, 1974.
Diccionario Enciclopédico Abreviado Espasa Calpe, Espasa Calpe, Apéndice III, Madrid, España, 1986.
Diccionario Enciclopédico Espasa, Espasa Calpe, S.A., Madrid, España, 1992.
Pequeño Larousse Ilustrado 1993, Madrid, España-México, D.F.
Pequeño Gigante Ilustrado, Bibliográfica Internacional, Bogotá, Colombia, 1996.
Grijalbo Diccionario Enciclopédico, Ediciones Grijalbo, Barcelona, España, 1994.
Diccionario Enciclopédico Ilustrado Clarín, Visor Enciclopedias Audiovisuales S.A., Buenos Aires, Argentina, 2003.
Diccionario Biográfico, Histórico y Geográfico Argentino El Ateneo, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, Argentina, 1998.
Diccionario de Literatura Hispanoamericana-Autores, de Horacio Jorge Becco, Huemul, Buenos Aires, Argentina, 1984.
Biografías de Amigos y Conocidos, de Jesús Silva Herzog, Cuadernos Americanos, México, D.F., 1980.
12000 Minibiografías: Las Grandes Figuras. Editorial América, S.A., Panamá, Rep. de Panamá-Florida, Estados Unidos, 1984.
Fenomenología, Existencialismo y Filosofía en América Latina (Phenomenology, Existencialism and Philosophy in Latin America), de Alain Guy, Centre de Philosophie Ibérique et Iberoamericaine, Université de Toulouse Le Miral, France.
Encantamientos: La decantación de la obra. Por Angel Mazzei (Academia Argentina de Letras), LA NACION, Buenos Aires, 31 de enero de 1988.
La poesía de Emilio Sosa López. Por Armando Zárate, Burlington, EE.UU., LA GACETA, Tucumán, 26 de octubre de 1986.
El Espíritu de las Letras: Tomo de homenaje a Sosa López. Por Rodolfo Alonso, LA GACETA, Tucumán, 16 de junio de 1996.
Emilio Sosa López: Mundo de Dobles, por Rosalba Campra, de la Università degli Studi della Basilicata, Roma, Italia, en Revista Iberoamericana, Pittsburgh University, EE.UU., 1990.
La realidad como simulacro: En torno a la novelística de Emilio Sosa López, por Fernando O. Reati, de la Georgia State University, EE.UU., en Revista Iberoamericana, Pittsburgh University, EE.UU., 199l.
Panorama della Filosofia Ispanoamericana Contemporanea, de Sergio Sarti, Cisalpino-Goliardica, Milano, Italia, 1976.
Una Poesía Visionaria. Estudio sobre la poesía de Emilio Sosa López. De Armando Zárate, Mundi, Córdoba, 1987.
La imaginación estética, de Armando Zárate, Mundi, Córdoba, 1991.
Numerosas antologías de la poesía hispanoamericana, argentina y cordobesa, por ejemplo, de Guillermo de Torre y César Rosales, David Martínez, Raúl Gustavo Aguirre, Ketty Alejandrina Lis, Lysandro Z. D. Galtier, Marcelo Masola, Horacio Armani, Antonio Aliberti, Carlos Alberto Débole, Feliciano Huerga, José Isaacson y Carlos Enrique Urquía, Romualdo Brughetti, Armando Zárate, Martín Sosa, Félix Gabriel Flores, Enrique Anderson Imbert, Pampa Arán de Meriles y Silvia Barei, William Shand y otros
Emilio Sosa
López
POESIA RELIGIOSA
(Selección)
BALADA
Como la soledad sin imagen de hombre
a
orillas de mi piel lengua de fuego o musgo
veo el
día que sale de las profundidades
Es su
belleza un cúmulo en desorden
una red
que aprisiona estaciones marchitas
secas
mentiras yertas palabras irrisorias
es su
luz un gemido que me recuerda el mar
el mar
el mar tirado como un triste mendigo
Oh
contra él ha ejercido odios la eternidad
con mano
cruel deshizo su rostro hecho de espuma
dejó su
ser sin norte entre rocas aullantes
clavó su
corazón contra un muro le puso
niebla a
su transparencia y dolor a su nombre
Su
quejido fue arena para los ojos
piedra
que hiere la voz de su ternura
polvo
que cae su palabra
polvo
el día
fue ese polvo que gravita invisible
Sin
embargo recuerdo su belleza surgía
como
espada translúcida fulgente igual al aire
su
blancura curvaba un raudal y esplendía
como un
diamante alegre traspasado de verde
oh día
en que mi ser era su plenitud
Yo
construí este silencio sólo para alabarle
imaginé
los ríos las alondras los prados
derramé
todo el cielo por su sangre
le sumé
a sus cabellos la brisa de la tarde
le vi
caer desnudo sangrante resonando
sacudiendo el espacio en un golpe de sombras
despertando los mares al caer
yo
cantaba llorando con su silencio en torno
yo bebía
el silencio de las piedras y ardía
a
orillas de mi piel como un agua nocturna
Vi tu
ser en las ruinas del mundo
el dorso
de tu sueño hecho de un duro engarce
tu
eterna juventud prisionera del moho
vi tu
ausencia y no quise
llorar
tu muerte a solas
Tu caída
prolonga una lenta ceniza
tu
claridad qué arroyo rememora qué olvido
quién
promueve en las calles tu presencia y dispone
la luz
en derredor
como un
grito o un frío
Como tu
soledad sin imagen de hombre
por huir
de este mundo que dejaste soy nadie
aire que
no aspira sed que no se apacigua
olvido
entre las rosas coindición entre espinas
soy
sombra que acompaña a un ser que muere en todo
Tú eras
fuerte lo mismo que el mar una columna
perfecta
en los instantes de la música pura
pero fue
tu dominio tan alto que tuviste
ya el
tiempo por prisión encadenado a un día
la
eternidad no tuvo piedad de ti de mí
Rodaste
hacia el abismo como centella o nube
fue mi
carne el castigo al orgullo de amarte
mis ojos
ya no vieron más que el duro silencio
que
envolvía las lentas estaciones del año
yo vi el
color de tu alma pronto a reverdecer
Me
mostraste en el sueño tu voz desnuda rostro
que no
miré abriendo los ojos desgarrando
de un
manotazo el velo oh luz de oscuridad
vi ya
ciego que estaba la luz amaneciendo
vi la
luz en los pórticos de la oscura ciudad
Yo
estaba recordando el mar vi que fluía
de mi
voz como el día de las profundidades
de
pronto se tendió se quedó sin orillas
SISTEMA Y PEREGRINAJE
Yo
regreso a menudo entre voces que imploran
cayendo
hacia el abismo de las noches vacías
la
soledad o el sitio donde el amor se regocija
donde
flores esplenden y fuentes se responden
con el
gozo del mismo entrañable poder
de estar
y padecer, de redimir y ver
la
integridad del alma concentrada en palabras
y
también entre voces de amor regocijadas
que
afirman con el ímpetu de olas enamoradas
los
instantes curvados sobre la sed de amar
que es
llorar y tornar y al fin recuperar
el
tiempo de la gracia entre tiniebla y lágrima
junto al
sitio o al término donde las voces callan
donde la
tierra calla como una inexpresada
voz que
olvida los vínculos y crea sin palabras
un canto
sin comienzos aún mayor que el silencio
como un
peregrinaje a través de otro cuerpo
de otra
voz, de otro sueño que nunca es el recuerdo
SENTIMIENTO DE LA CRIATURA
Usquequo, domine, oblivisceris me, usquequo
avertis
faciem tuam a me?
1
Término
de madurez el fruto rojo cae
y así
como a la tierra desciende apartado de su rama
mi alma,
desprendida de ti, me sobrecoge en la muerte.
Señor,
yo no soy nadie para que así me instruyas
depositando en mí tanto ardor sin memoria.
Compadéceme que cuanto en mí te sea
habrás
de recogerlo en despojo y ceniza
y cieno
para tu sagrado nombre.
Porque
de toda piedad exenta mi sangre irá
a tus
pies teñida por el crimen.
Toda
impureza es menor que tu gracia
pero
ella ha de prevalecer
puesto
que te has ido.
2
Así
cosecharás tu belleza, hincando garras
en la
tierra, mezclando sus raíces, oh fruto sin pudor,
bajo las
lluvias, en el lodo vivo.
Tu
desnudez, Señor, en esta ruinosa corteza,
quedará
ofrecida al filo de los días.
Y tantos
golpes descargarán las horas, los instantes,
tanta
agresividad vendrá a roerte,
desde el
pájaro al paciente gusano,
desde el
rayo al luciente rocío de la mañana,
que
habrás de merecer la impiedad laboriosa,
el
aguijón de cada criatura que impulsas,
la
corrosión al menor roce del viento, el sol o el riego,
tu
creación convertida en tu enemiga.
Y aun
cuando desprendida de ti
en
nuestro tronco funerario queda la gota de tu lumbre,
eres
nuestro dolor y el dolor te contiene
y estás
preso en la simple gota que has derramado,
en ese
ínfimo trozo que no es nuestro y consume
nuestro
cuerpo, tu cárcel, Señor, tu inmensa cárcel,
tan
pequeño para la muerte, tan despojado y solo
y débil
nuestro cuerpo, Señor, ante la muerte.
3
Y en las
noches sin fin las ramas te dirán
cuando
el tormento del invierno se asemeja a la fe,
golpeando sin descanso las ventanas de luz falsa
donde
nadie reposa.
Y aquél
que viviendo te olvida,
recuerda
en el olvido su fatiga al despertar,
arrancado de sí, en un bosque de imágenes.
En medio
del bosque cada árbol es tu morada
y tomas
las formas
de las
cosas siempre vistas.
Pero no
sé, Señor, ya que te has ido,
a quien
busco en las sombras desconociendo su rostro.
No sé
qué es lo que encuentro que no recuerdo qué busco.
De todo
habré de partir, a todo abismo descenderé,
nada
podrá albergar, ni aliviar ni agotar
sed,
fatiga y olvido.
Ni sabré
merecerte pues en todo te ignoro.
Rodeado
de ti, vuelve tu rostro.
Yo
buscaré tu rostro, no lo apartes de mí.
4
Y
desligada de mi carne como un río de lágrimas,
el alma
traspasada por tu imagen de fuego,
brotando
limpiamente de mí, ay, te verá.
Y sobre
mis entrañas reflejada
vendrá a
reposar, como al final de un día,
junto al
corazón dormido,
sin
recordar, al despertar, nada de ti,
ciega en
el seco tronco de esta prisión humana.
Esta
prisión donde se oye el sonido del tiempo,
donde la
tierra resuena con palabras confusas
y
alancea el viento
y borra
el día sus signos contra el sol.
Todo
está desprendido del centro de tu nombre
y gira
en tumultuoso desenfreno.
5
Más allá,
más allá no es posible seguirte.
¿Qué
alcanzaré que mis ojos no puedan divisar?
Cegado
me ha el rayo de la muerte
y no hay
sino tinieblas a mi alrededor.
Esta es
tu mano, tu mano me consuela.
Tu
sangre es ésta y bebo sólo de ella.
Esta es
tu cruz y en ella habito.
Pero tu
rostro está tan inclinado,
tan
inclinado sobre la noche.
6
He aquí
el límite de mi pobreza.
He aquí
la pobreza como un resplandor de tu agonía.
No
quieras para ti tanto tormento y tanta privación.
7
Señor,
es hora de que el fruto que tu dedo ha señalado
devuelva
a la tierra su despojo para renacer.
Y
brotando de tu mano
sea la
llama que ilumine tu rostro ensombrecido.
Es hora,
Señor, de acallar todo impulso,
de
aquietar toda impaciencia, de impedir toda lucha.
Que en
esta quietud seas tú el que retorne,
el que
mueva las ramas
y
aliente las cenizas de nuestro ardor.
SALMO DE LA ENCENDIDA SOMBRA
Esta
encendida sombra que me viste
de
desnudez el alma y arde fría,
es tu
carne, Señor, la que gemía,
la que
en el tiempo del vivir hubiste.
Es
memoria del ser en que sufriste
la
soledad del hombre, carne mía,
llama
que ahora en tu pasión sombría
sólo es
humo de un sueño, oh noche triste.
Tú
soñaste al morir, Señor, tu muerte,
mas el
solo vivir es nuestra suerte.
Suéñanos
en la gloria de tu nada.
Que esta
carne aunque sombra es brasa mía
y como
yo no tengo otra agonía
revivo
en tu ceniza fatigada.
VIRGO VENERANDA
Te
recuerdan tardes de dorados racimos,
verdes
senderos sueñan con volver a besar
tus
plantas descendidas de las nubes.
Cándida
de los vientos, diste forma al silencio
con la
llama ceñida de tu túnica.
A las
fieles auroras trascendiste tu música
y hoy
estás con un pie sobre mi corazón
hollándome muy hondo con el peso del cielo.
¿Dónde
te retuvieron como visión primera
mis ojos
que tantos ensueños guardan
bajo sus
párpados desiertos?
¿Qué
soledad de sol mágico, antiguo,
confunde
tu leyenda con las irradiaciones
de
ciudades mecidas por las olas?
Amante
de tus cabellos, palpitante, desnudo,
el sol
habrá trenzado sus memorias en ellos.
¿En qué
tiempo fue todo esto? ¿Qué flores del año
tendidas
dulcemente hacia el crepúsculo
vienen a
decir con la delicia de los aires
cosas
que el alma no resiste?
Callas
poniendo márgenes al mundo.
Pero tú
que pusiste una sonrisa sobre el día
¿no
puedes volver de tu imperio de sombras
al lado
de las rosas? ¿No puedes ceder a otra muerte
en tu
destino inmarcesible?
Ellas
que aún aguardan como blancas esclavas
tu
retorno, están deshojándose por ti
con el
gesto de los atardeceres.
Sus días,
tan pronto consumados,
sólo
dejan perfumes que son como plegarias.
Y más
que en la alegría de sus gracias efímeras
nos
sumergen en tu alma. Tan profunda es tu ausencia
que
alguna vez tú misma, al borde de una fuente,
pensaste
en el poder que alentaba tu carne.
Y
sonreíste para morir, viva flor del olvido,
dando a
la luz el don de tu fugacidad,
sometiendo a tu signo los designios del tiempo.
Ahora
que tu nombre clausura los espacios,
resguarda en lo invisible este mundo cerrado,
¿qué
pena en mí revive tan antigua y tan honda
como esa
consolación que traen los otoños?
Lo mismo
que mis súplicas caen las hojas de oro...
Y tú que
no amarás más con humano celo
estás
piadosamente mitigando las horas
ajenas
siempre o muertas
para
encumbrar un juramento,
fuera
del tiempo, oh, sí, fuera del tiempo,
como tu
ser profundo que reposa
en
riberas de cielo.
Y puesto
que eres todo lo que viviendo se derrama
¿qué
decir de estas pobres manos desamparadas?
LOS SANTOS
Cuando
el vaso del cielo derrama el oro de las sombras
y las
hojas como hombres arrastran plegarias,
y entra
en la procesión del tiempo
el
viento que ha de barrer
sueños y
memorias, imágenes condenadas del fuego,
húmedas
hiedras asidas a los muros,
nuestra
voz desciende a las entrañas del silencio,
y puebla
los bosques con palabras y nutre
con
secretos torrentes la tierra descarnada,
haciendo
brotar el fruto como un salmo pequeño.
Entonces
nos arrodillamos
sobre el
umbral de nuestro suelo árido.
Y vemos
que otro sol
ha
bajado aquí para empobrecernos
como a
ciegos avaros que la ceniza consume.
Y con
tristeza volvemos a morar
en el
reino doliente,
ebrios
de un esplendor nostálgico,
maravillados detrás de nuestros ojos muertos.
Y oramos
junto a un mundo de macilenta belleza
en tanto
que junio nos aguarda
para
unir tierra y cielo.
Así, en
desolación y despojo,
el
florido bosque de la oración propaga hacia septiembre
su
incendio de flores.
Y
nosotros, más humildes que troncos,
pacientes como colinas sumidas en terror,
entramos
en deslumbrante ámbito
con el
verano en nuestros brazos.
CANTA CON EL DOLOR
El agua
que de la frente baja al mundo
canta
con el dolor de los frutos maduros.
Da
nacimiento a la muerte, perpetúa
el
sonido de la luz. Pero aún más arriba,
¡qué
claridad de gozo, qué bello indicio
de vida
alientan los follajes de las nubes!
¿Acaso
puede alguna vez
morir en
torbellinos de ceniza, esa hermosura
irreal
de las altas columnas,
esos
moldes de flautas hurtados a los aires?
Yo anudo
mi vida, le doy raíz, sustento,
a mi día
futuro.
Doy
abrigo a una gota
para
nacer de nuevo.
Y con
secas semillas vuelvo a los ciclos de la tierra.
No soy,
por cierto, el que cosecha tu belleza.
Apenas
soy dolor en este viento que ronda
aquí
abajo,
áspero y
alanceado como lengua de piedra.
Esto ya
es el desierto con su árbol endeble,
la más
baja escala de tus colinas florecientes.
Y es
difícil sostener aquí la majestad del día
con sólo
voltear, con diferentes nombres,
el único
fruto de la muerte.
Mas,
erguido, encrespado por rayos ocultos, digo:
--¡Estoy
aquí!
Y
levanto mi corazón de las cenizas.
Pero tú
lo sorprendes una vez más,
lo
colmas de luz nueva,
lo
purificas con el llanto.
Oh,
Cosechador, ¿es que súbitamente
irradia
con tu obra la gracia del mundo?
NARDOS
(Jn. XII.
3)
El acre
aire de la tierra trae un polvo lejano
que seca
los labios con sus palabras muertas.
Allí los
bosques están quemados y nada florece
ni
fuente repite el cántico
de la
incesante integración.
No hay
ya espejo para el cielo, ni límite puro
donde un
ramo se incline para reverenciar
el rayo
alado que lo enciende.
Ah, pero
un perfume va
entre
cosas que son materias de silencio.
Va
desnudo
como el
pie que soporta
la
columna del cielo.
Y no hay
corazón que implore como él
pues es
todo alegría en medio del dolor.
Ya no
tenemos ojos para ver, es cierto,
pero El
estaba entre nosotros,
tan
dulcemente inmerso en la agonía del tiempo
que el
cabello más puro le besaba los pies.
Tan
dulcemente como ahora vuela
la fe de
nuestras frentes como nardos.
EL QUE ACOMPAÑA
En los
temblores que la noche dilata
de
cuerpos que naufragan sin hallar la muerte,
en tanto
que haya uno con humildad
que
acompañe a la vida, en su rincón,
sabiéndose preservar, con obstinado impulso,
de las
iras que acechan
tras el
cansancio o el miedo,
hay un
sonido como un umbral
lleno de
soles inmortales
para
abrir o tentar una alabanza
entre
las cosas del mundo,
por más
que los tiempos o las épocas
hayan
cedido adelantándose
al
clamor o la ruina de sus ciudades espléndidas.
Casi sin
el auxilio de la memoria,
cuando
sólo unos ojos resistan
a la
intención de frustrar o desviar
el curso
de la inocencia o las lágrimas,
habrá
una rosa que cantar
por cada
imagen de la vida destruida;
vendrá
tan silenciosa a morar en los labios
que su
esfera de cielos aprisionados y leves
infundirá en las fibras del aire o de las aguas
el
nacimiento de la luz,
como el
rumor de un árbol varonil
nutrido
de aflicciones bajo los arcos fulgurantes.
Y en
tanto que unas manos
sean
poderosas en su caridad
que
anuden con signos
el telar
de las voces para sostener
el
sonido que la vida dimana
contra
lo multiforme que se espesa y no muere,
alguien
que en su rincón está consigo enemistado
hallará
lo luminoso,
y
volverá hacia aquél que armado de dudas
grita
contra el
sol;
hundirá
sus dedos maduros
en una
tierra justa,
con
igual caudal que los ríos del sueño,
hasta
alcanzar la suplicante
alma que
aherrojada yace y canta.
LEVE PAN
I
Leve pan
donde
ninguna arena gime,
donde no
alancea el agua,
piedad
del corazón
agrietado en sus fibras,
oh,
constrúyeme,
vierte
la tremenda luz
sin
resquicios,
en
piedra sobre piedra
y
ornamentos que aderezan
la
preciosa cabeza.
II
Una
lengua en las frías junturas
de los
huesos ruge.
Y miro y
ardo
en la
sed del tiempo,
hermosa
torre a los ojos
de la
firmeza.
Pero el
desvelo de un hombre
aturdido
por los astros
es sólo
lágrima y temblor;
ni
coraje ni sostén
para las
horas que avecinas.
III
Débil es
el corazón
para
sostener
tanto
hierro de noches
y
tinieblas enrojecidas.
Y, sin
embargo,
tamizados los tendones
de la
carne,
vaciados
los miembros
como
arena fina,
aún
vuela,
vuela
hacia los parapetos
del
cielo.
IV
Y esta
voluntad que se levanta,
día a
día,
hacia lo
alto,
no
conoce la vida al fin.
Sólo el
estremecimiento de la materia perecedera,
su
abismo junto al muro.
Pero aún
más arriba
abrasas
como boca
hambrienta de resurrección.
V
Oh pan
de claridades,
¿bajo
qué forma o signo
esta
obra que exalta
en
ruinas
la
nobleza del tiempo,
habrá de
merecer
tu
asistencia y tu brillo?
¿Eb
nombre de qué gloria
el día
único
quiere
herirnos,
perdernos,
con
doble angustia o miedo?
VI
Piedad
del corazón,
certeza
en la trepidación
del
polvo,
integridad en la agonía
del agua
que corroe.
Fuerza
es que el hombre sea
sólo un
acorde
entre
las piedras y el viento,
un
resplandor en la belleza
que
desconoce y ciega.
CAUTIVO ENTRE AZUCENAS
¿Cómo
los cielos no impidieron esas llagas
que
desde el pie derecho
te
subían por la espalda?
¿Por qué
no fue disuelto tu cuerpo
en
música,
evitando
así tu sufrimiento entre piedras?
Dado que
entre piedras te hallabas mejor
que
entre los hombres, como dijiste.
¿O es
que el dolor es también música?
Antes de
morir, muerto para ti mismo.
Antes de
vivir, ya vivido por Cristo.
Con
humildad mediste tus pasos en todo
sabiendo
que caminabas sobre la nada.
Y tu
visón de excelsitud
fue del
Señor que con su cruz caía
a un
abismo sin fondo.
Tú mismo
dibujaste esa caída,
mirándolo desde arriba,
apoyado al parecer
en un
parapeto muy alto.
¿Y qué
es esto de estar tan alto
cuando
en verdad se está tan en lo bajo?
¿Cómo es
posible condecir todo esto?
Tu
cántico espiritual
no era
otra cosa que silencio.
Sin
embargo las palabras
por sí
mismas se expresan,
originan
imágenes, ideas,
traman
actos.
Por ello
no está claro que lo que escribiste
sólo
plasmara la sustancia del alma.
Tan
terrenal es huir por collados y montes
como
hallar gozo en tus llagas.
Lo
místico como negación es turbación,
estruendo en las oscuras
cavernas
del sentido.
La luz
es tiniebla, la tiniebla luz.
Tal, con
paradojas, tensiones y contradicciones,
la
muerte hace su telar con la vida.
Y no es
más que un grito tu carne,
tu
ceniza
eco de ese grito.
Estrecha
es entretanto la sabiduría
cuando
la cruz es la puerta.
La
puerta es la cruz, decías,
pensando
sólo en la gloria de Cristo.
Pero la
muerte nada distingue,
borra la
persona, sacude un polvo seco.
Tampoco
es luz entonces
el sol a
mediodía.
¿Adónde
alcanzan pues tus meajas que caen de la mesa del Señor?
¿De qué
gracia indecible hablabas en fin
si de
eso mismo apenas balbuceaste?
Detrás
de las palabras sólo hay oscuridad.
Nuestra
luz se marchita entre azucenas.
ISLA CERCADA
De ojos
que enceguecieron ante el Verbo
y manos
de extrañas arpas
--zarpas
en la
mañana enmarañadas--,
el
hombre es una isla cercada por Dios.
Los
paramentos aún reflejan, litúrgicos,
el
horror del instinto,
techos,
bloques o muros superpuestos
derribando los aires bajo el sol.
O bien
trepa en escalas a las alas del aire
o
ámbitos del pecado
tras el
rostro o el rastro de la luz.
Guaridas
de la
bestia ancestral.
Y
límpidos como arcángeles sus puentes curvan cánticos
entre
resplandores o memorias del cielo.
O se
postra en sus hierros
como una
gemna ardiente,
en
soledad.
Ahora
vomita fuego, escarba
sueños
pétreos,
acomete
espectros en la oscuridad.
O alza
su pesada cabeza
sin
rostro humano ya,
en su
primera hora de eternidad.
Fonte:
si ringrazia Martín Sosa Cameron (
martin_s_cameron@yahoo.com.ar
) che ha inviato alla Redazione di Artcurel la documentazione per
l'articolo.
Vedi
anche il Gruppo su Emilio
Sosa López su Facebook :
www.facebook.com/group.php?gid=328746639720&ref=mf#wall
*
Poemas seleccionados,
por Martín Sosa Cameron ,
de la tercera edición de la obra poética completa del
autor, reunida en el volumen titulado Encantamientos, Ediciones Mundi, Lerner
Editor, 1991, Córdoba, Argentina.
* Marcela Benavides
: Facultad de Lenguas, Universidad
Nacional de Córdoba, Argentina; Centro de Lenguas, Córdoba, Argentina
Trabajo incluido en la Historia de la Sociedad Argentina de Escritores
(Ediciones del Fundador, Córdoba, Argentina, 2002)
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